sábado, 18 de agosto de 2012

"Modales"

Según Word Reference (http://www.wordreference.com/definicion/modales), el significado de la palabra "modales" es el siguiente:
Modales: m. pl. Comportamiento habitual y ademanes externos que reflejan la educación de una persona.
Pues yo describiría el significado de la palabra como:
Modales: m. pl. Serie de comportamientos represorios y antinaturales impuesto por convenios sociales cuyo uso refleja una supuesta educación y procedencia de prestigio. 
 Comencemos.

Siempre que alguien dice la palabra modales me viene a la cabeza la imagen de la Señorita Rottenmeier intentando hacer de Heidi una señorita recatada y formal.
Dicen que quien no haya visto Dragon ball no ha tenido infancia... Pues yo no lo he visto, jamás he visto un capítulo de Dragon ball y quizás por eso ahora no hay quien me aguante.
Creo que la serie de la infancia es Heidi ¿Quién no ha visto nunca Heidi mientras desayunaba o simplemente, quién no conoce la historia?
Heidi no era más que una niña huérfana que vivía en Los Alpes con su abuelito, las cabras y Pedro en medio de la naturaleza. Allí, alejada de la contaminante mentalidad urbanita de la ciudad, Heidi vivía feliz y hacía felices a los demás con tan sólo su presencia. Sin embargo, cuando su tía la llevó a Fráncfort para ser la damita de compañía de Clara (minusválida y perteneciente a una familia importante de la misma ciudad), no le quedó otra que aguantar las estúpidas normas de la educadora de Clara, la señorita Rottenmeier.
Como resultado de las represiones de esta señora tan educada y con tantos modales hicieron de Heidi una niña deprimida y triste. No se le permitía protestar, vestir cómodamente, hablar alto, no ir estirada, correr, jugar...
Y todos conocemos que la historia no termina aquí, que finalmente al regresar a Los Alpes vuelve a ser feliz.

En fin, el motivo de esta entrada no es un resumen de la famosa vida de Heidi. Esto es un simple "prólogo" para que vayáis cogiendo el ritmo de lo que va la cosa. A lo que voy es a lo siguiente.

Los modales son algo que nos enseñan desde que somos niños. Tanto padres como profesores y otros familiares cercanos o no, han tratado hacer de sus chavales y chavalas unas personas con modales y educadas, lo que viene siendo, unos señoritos y señoritas.

Estos modales impuestos por la sociedad consisten básicamente en la apariencia de las personas: "buena" presencia con atuendo correcto (por supuesto también impuesto), vocabulario correcto (lo que viene a ser no decir palabras "mal sonantes" ni vulgarismos), codearse con gente también con modales (creando de este modo un conjunto elitista de inhumanas subnormalidades), no ir contra-corriente ni protestar (es decir, pertenecer a un sumiso rebaño) y otros comportamientos absurdos que no tienen razón de ser.
Es igual si se crean personas vacías por dentro, lo importante es que tengan una impresionante cobertura de modales.

La imposición de estos modales provoca en la gente la huía de todo tipo de propia personalidad ya que estas "normas" sociales son la guía que debemos seguir para ser personas respetables y de confianza, el que se salte las normas es un desviado, una mosca cojonera que "se queja de vicio".

Los únicos modales que deberían imponerse son los del respeto y la tolerancia.
Hay gente educadísima, perfectos señoritos y señoritas respetables, correctamente vestidos, con un vocabulario impoluto y que aceptan las normas por absurdas que sean, incluso las defienden y a la hora de la verdad no son más que niños y niñas reprimidxs convertidos en maniquíes que hacen lo que se les dice sin pensar si es lo correcto o no.
En casos extremos (que no son tan raros de encontrar), estos señoritos y señoritas tan "educados" son los que están dispuestos a hacer cualquier cosa por mantener "limpia" su imagen, esto les lleva a ser capaces de reprochar, despreciar, juzgar, humillar, insultar e incluso acusar injustamente a los de su alrededor y por supuesto, los educados son ellos.

Estos hipócritas, son los que nos dicen cómo debemos comportarnos sin respetar nuestra forma de ser, mentalidad, edad, problemas, situaciones, ideologías ni nada de nada.

Seré una maleducada, una anti-sistema, una borde, una quejica, una chabacana, una demente... Lo que quieran decirme que soy, pero yo tendré una cosa que ellos no tienen: Valor.
Valor a decir las cosas como las pienso.
Valor a comportarme como soy y no como dicen que he de comportarme.
Valor para hacerme respetar sin absurdos e hipócritas comportamientos.
Valor a decir a esa gente que critica a todos los que hacemos las cosas como creemos nosotros mismos que debemos hacerlas desde unos principios propios (no por ello menos respetables que los impuestos por absurdos y anticuados convenios sociales), que seguiremos defendiendo y escribiendo lo que nos salga del...


miércoles, 15 de agosto de 2012

Tiempo al tiempo.

De nuevo aprovecho agosto para retomar mi blog y despotricar contra el mundo.

Día a día, mes a mes y sobre todo año a año, todos y cada uno de nosotros experimentamos cambios, unas veces para hacernos más sabios, otras más idiotas y otras simplemente más viejos. Es ley de vida, irremediable e imparable.

Es normal, desde la infancia nos movemos en un mismo marco de gente, los compañeros del colegio. Unos vienen y otros se van, pero más o menos se mantiene un equilibrio hasta el momento de la diversificación. A punto de acabar, cada uno elige su camino, surgen diferencias de intereses e ideológicas cada vez más pronunciadas, por decirlo de alguna manera, cada uno ya ha elegido más o menos cuál va a ser el cauce que encaminará su vida.

Ya en otro marco más cercano, en un mismo grupo de amigos se marcan cada vez más diferencias. Que si uno se echa novia, que si el otro se va a estudiar fuera, que si el otro descubre un nuevo ambiente que le gusta más... Miles son los motivos para acentuar las divergencias.

Y entonces llega el momento en el que te ves solo ante un mundo en constante cambio,  ya no un mundo, si no un entorno. A tu alrededor has visto a muchas personas que igual que han llegado, se han marchado de tu vida y unas veces nos importa pero otras... Otras veces nos importa un bledo, incluso nos alegramos de que se larguen.

Y esto es lo más normal, si no lo hemos vivido aún, ya lo viviremos. Pasa día a día y ni siquiera nos percatamos de los múltiples cambios que se dan a nuestro alrededor y creemos que nosotros mismos permanecemos inmóviles en estas constantes variaciones, pero no. Quizás nosotros hemos cambiado antes que el resto y por eso nos damos cuenta del antes y del después de los demás. Quizás somos nosotros los que estamos en proceso de cmabio. Es deprimente, porque perdemos a la gente que nos importa, pero o nos adaptamos a esta ley de vida o nos quedamos atrás. Si nos estancamos, no progresamos. No podemos tratar de permanecer inamovibles, es cuestión de supervivencia, y es duro ver cómo los demás dejan de ser la gente que conocimos.

La cuestión es que estamos solos ante el mundo y que, como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Con esto quiero decir que, Cada uno va mirando para sí mismo, a ver qué le conviene o no, cada vez somos más egoístas y menos altruistas, los intereses de los demás nos importan cada vez menos. Hacemos algo si para nosotros supone un beneficio, pocos son los que practican la empatia.

Probablemente, nada más leer este último párrafo muchos se pondrían a despotricar y a gritar como posesos: "NO, YO NUNCA HARÍA UNA COSA ASÍ!!!!" Pues todo aquel que haya pensado una cosa parecida no es más que un hipócrita, porque en la naturaleza huma está como tendencia principal el egoísmo y sobre todo no reconocerlo. Unos lo son más que otros pero, ¿Quién va a tener más razón que nosotros? Rara vez aceptamos nuestros errores y vivimos para fijarnos en los errores de los demás.


Solo digo que si en vez de gastar toda esa energía que gastamos en ser críticos con las actuaciones de los demás la gastáramos en criticarnos a nosotros mismos  e intentar hacer mejor las cosas, lo único que haríamos sería simplemente lo mejor, pero claro, aquí todos somos muy orgullosos como para reconocer que nos hemos confundido.

Creo que el origen de este gran problema de la humanidad reside en que no sabemos escuchar al que está hablando. Además es típico español la ley del más fuerte, "quien más grita es el que más razón tiene". Esto se traduce en una falta de respeto impresionante.
Constantemente me hago la misma pregunta: ¿Cómo pretendemos ser críticos y además tener la razón si ni siquiera somos capaces de escuchar lo que la persona con la que debatimos está diciendo?

Luego me voy a la televisión, programas que todos hemos visto o hemos oído hablar alguna vez, reinan los gritos y en algunos casos (normalmente cuando más deficientes son las personas que están hablando) insultos al oponente. Esa gente que está hablando en un plató y gritando, en su gran mayoría una sarta de sandeces, son "ejemplares" para los espectadores. ¡Y nos quejamos de que somos como borricos que no sabemos debatir y nos tiramos de los pelos!



Conclusión: Cada vez que creemos ser más sabios, somos más idiotas. Me gustaría resaltar la siguiente cita:
Con el tiempo adquirimos sabiduría, pero no por ello dejamos de ser unos ignorantes.
Sé que con mis entradas no conseguiré acabar con la prepotencia de la humanidad, pero espero que aquellos que me lean sepan:
Si piensan como yo, que no son los únicos, que somos muchos los conscientes de que el ser humano necesita un cambio de mentalidad para que de verdad avancemos como especie.
Si por el contrario, se oponen a mi postura y sin embargo me han leído hasta el final, que existen otras formas de ver las cosas y no por ello tienen por qué ser menos respetadas, que al no tenerme de frente hablando no pueden callarme con otros argumentos, que aunque no quieran que sea escuchada, al menos nadie me va a callar y que por supuesto, al igual que yo he hecho este 15 de agosto, vosotros podéis plantear vuestro modo de ver esta misma situación.

Solo pido una cosa y espero que sea respetada, ante todo debemos ser tolerantes y tener siempre en mente que nadie es más que nadie, que todos tenemos una cabecita que piensa y cada cabeza es única, por lo tanto ninguna va a pensar igual, así que repito: Tolerancia y respeto ante todo.



martes, 7 de agosto de 2012

Esclavos de la propiedad.

Hace meses que escribí mi última entrada. Esta vez vengo con aires renovados. Regreso con más ganas de quejarme de todo que nunca, con más tiempo que de costumbre y dispuesta a darle caña a El Esquinazo.

Y para hacer más amena la parrafada, esta vez he decidido incluir un poco de música inspiradora, para las mentes inquietas:


Ahora rozaré aquello que amamos, aquello sin lo que no podemos vivir y sin embargo no necesitamos. Sé que muchos criticarán mi postura. Yo plasmo aquí mis pensamientos y al que no le guste, que escriba los suyos en otro blog, que para eso están.

Y bien, empecemos:

Una casa, uno o varios  automóviles, ordenadores, montones y montones de ropa, cosméticos para la cara, las uñas, los pies, las manos y el pelo, videoconsolas, un reproductor DVD con grabador y disco duro de un millón de gigas, 80 canales de televisión y de los cuales solo vemos uno, muebles suizos, un colchón viscolatex y muelles de "nosequé", una amplia gama de bollería industrial para consumir en cualquier momento y en cualquier lugar, bebidas alcohólicas, pastillas para todo tipo de molestia, anabolizantes y esterioides, transgénicos, un bolsito y unos zapatos de cada color para cada día de la semana, estilistas y modelos, cadenas de comida basura, publicidad por doquier, revistas del corazón, joyas, pieles, dinero, consumismo  CONSUMISMO Y MÁS CONSUMISMO!!

Pertenecemos a aquello que nos pertenece. ¿Quién se imagina vivir sin ordenadores ni dispositivos electrónicos? ¿Y sin agua caliente y corriente eléctrica? ¿Nada más que lo realmente esencial para vivir?

Cada vez que adquirimos un "bien", nos hacemos con "otro mal", nos volvemos menos autosuficientes y  más inútiles. Cuanto más poseemos, más esclavos somos. Hoy en día, tal y como es nuestro estilo de vida somos incapaces de desprendernos de todo aquello que nos sobra y ser libres, libres de necesitar y necesitar, de gastar y gastar.

La cosa no solo consiste en adquirir y adquirir, no. Para que todo esto funcione tenemos que vestirnos, peinarnos, maquillarnos y asearnos "como es debido" para poder gustar a la gente, estamos obligados a ello para ser aceptados por los demás. Inconscientemente lo usamos de medicina social. Sin una buena apariencia no nos contratan en un buen trabajo, trabajo que hacemos para ganar dinero, dinero que cambiamos para poder tener toda esa serie de cosas inútiles que nos hacen trabajar más porque necesitamos más dinero y algún día nuestro cuerpo no nos permitirá seguir desempeñando ese oficio para el cual necesitamos esa buena apariencia y ese buen físico.

Junto a estas exigencias se encuentra el mundo de la publicidad. Los vendedores se encargan de hacer creer a los consumidores que necesitan sus productos, hasta el artículo más absurdo que podamos imaginarnos. Nos venden con logotipos, fotos y personas guapas y atractivas según los cánones (que por supuesto los hay para todo en este mundo). Trampas, redes en las que caemos siempre.

Por otra parte está la aplastante cruel inconsciencia de nosotros mismos. Para ser felices nos tenemos que sentir aceptados dentro de un grupo, para lo cual nos vestimos, peinamos, maquillamos y aseamos "como es debido". Al igual que para encontrar un trabajo, esto lo hacemos para gustar a la gente y encontrar amigos. Así volvemos al tema de la esclavitud de lo que poseemos.

Otra cosa, los horarios. Estamos obligados a planificar cada segundo de nuestras vidas. Corregimos el desorden, imponemos el orden o lo que nosotros decimos que es el orden, que no es otra cosa que algo artificial distinto a lo que de forma natural ocurre, el "caos".

Una cosa está clara: el dinero es efímero, nuestra ambición insaciable y la vida muy corta.
Un bucle, la boca del lobo... "El que entra en el círculo, no sale".

Las ciudades son jaulas humanas. Vivimos apilados unos encima de otros en casas grises sobre calles asfaltadas por las que circulan vehículos que sueltan humo y contaminan el aire que necesitamos para vivir, donde los únicos pájaros que quedan son palomas y algún que otro gorrión.
Por las noches las estrellas son invisibles y la luz de la luna un mero destello entre las farolas.
En las calles solo se ven sombras que se desplazan de un lugar a otro con una destino fijado y unas horas marcadas.
Invadimos nuestras playas y otros recursos naturales de explotaciones tanto comerciales como de producción e industria.
Competimos por ser los mejores en todo, no aceptamos ser los segundos ni mucho menos los terceros. Otra ambición más, poseer más, trabajar más, vivir menos y menos libertad.

La ciudad es destrucción, captura, imposición, aislamiento, competición, sumisión, esclavitud, consumismo, necesidades...


¿Os imagináis poder ser capaces de hacer cualquier cosa? ¿De no depender de nada ni de nadie para ser uno mismo? ¿De saber desenvolverse en cualquier tipo de situaciones? Pues eso se hace fuera de la urbe.

Ver una montaña y pensar ¿Por qué no subirla? y ya en la cima gritar y jugar con el eco de la voz, disfrutar de la brisa y ver cómo los pájaros vuelan aún por encima de tu cabeza. Adentrarse en el bosque y observar el comportamiento de los animales, escuchar el fluir de las aguas de un río, disfrutar de la lluvia, de cómo cae empapándote el cuerpo y ese olor que que deja... Bañarse desnudo en un lago. Que no sea necesario nada más que la luz de la luna para ver en la oscuridad de la noche, Contemplar todas y cada una de las estrellas de la vía láctea...

Hay tantísimas cosas que nos perdemos por ser tan señoritos que se nos ha olvidado de dónde procedemos.

Maltratamos nuestros orígenes con nuestras impertinencias, niños mimados de la ciudad.

Podríamos ser un poco más libres, pero nadie está por la labor y como bien he dicho antes, quien entra en el círculo, no sale.