Y para hacer más amena la parrafada, esta vez he decidido incluir un poco de música inspiradora, para las mentes inquietas:
Ahora rozaré aquello que amamos, aquello sin lo que no podemos vivir y sin embargo no necesitamos. Sé que muchos criticarán mi postura. Yo plasmo aquí mis pensamientos y al que no le guste, que escriba los suyos en otro blog, que para eso están.
Y bien, empecemos:
Una casa, uno o varios automóviles, ordenadores, montones y montones de ropa, cosméticos para la cara, las uñas, los pies, las manos y el pelo, videoconsolas, un reproductor DVD con grabador y disco duro de un millón de gigas, 80 canales de televisión y de los cuales solo vemos uno, muebles suizos, un colchón viscolatex y muelles de "nosequé", una amplia gama de bollería industrial para consumir en cualquier momento y en cualquier lugar, bebidas alcohólicas, pastillas para todo tipo de molestia, anabolizantes y esterioides, transgénicos, un bolsito y unos zapatos de cada color para cada día de la semana, estilistas y modelos, cadenas de comida basura, publicidad por doquier, revistas del corazón, joyas, pieles, dinero, consumismo CONSUMISMO Y MÁS CONSUMISMO!!
Pertenecemos a aquello que nos pertenece. ¿Quién se imagina vivir sin ordenadores ni dispositivos electrónicos? ¿Y sin agua caliente y corriente eléctrica? ¿Nada más que lo realmente esencial para vivir?
Cada vez que adquirimos un "bien", nos hacemos con "otro mal", nos volvemos menos autosuficientes y más inútiles. Cuanto más poseemos, más esclavos somos. Hoy en día, tal y como es nuestro estilo de vida somos incapaces de desprendernos de todo aquello que nos sobra y ser libres, libres de necesitar y necesitar, de gastar y gastar.
La cosa no solo consiste en adquirir y adquirir, no. Para que todo esto funcione tenemos que vestirnos, peinarnos, maquillarnos y asearnos "como es debido" para poder gustar a la gente, estamos obligados a ello para ser aceptados por los demás. Inconscientemente lo usamos de medicina social. Sin una buena apariencia no nos contratan en un buen trabajo, trabajo que hacemos para ganar dinero, dinero que cambiamos para poder tener toda esa serie de cosas inútiles que nos hacen trabajar más porque necesitamos más dinero y algún día nuestro cuerpo no nos permitirá seguir desempeñando ese oficio para el cual necesitamos esa buena apariencia y ese buen físico.
Junto a estas exigencias se encuentra el mundo de la publicidad. Los vendedores se encargan de hacer creer a los consumidores que necesitan sus productos, hasta el artículo más absurdo que podamos imaginarnos. Nos venden con logotipos, fotos y personas guapas y atractivas según los cánones (que por supuesto los hay para todo en este mundo). Trampas, redes en las que caemos siempre.
Por otra parte está la aplastante cruel inconsciencia de nosotros mismos. Para ser felices nos tenemos que sentir aceptados dentro de un grupo, para lo cual nos vestimos, peinamos, maquillamos y aseamos "como es debido". Al igual que para encontrar un trabajo, esto lo hacemos para gustar a la gente y encontrar amigos. Así volvemos al tema de la esclavitud de lo que poseemos.
Otra cosa, los horarios. Estamos obligados a planificar cada segundo de nuestras vidas. Corregimos el desorden, imponemos el orden o lo que nosotros decimos que es el orden, que no es otra cosa que algo artificial distinto a lo que de forma natural ocurre, el "caos".
Una cosa está clara: el dinero es efímero, nuestra ambición insaciable y la vida muy corta.
Un bucle, la boca del lobo... "El que entra en el círculo, no sale".
Las ciudades son jaulas humanas. Vivimos apilados unos encima de otros en casas grises sobre calles asfaltadas por las que circulan vehículos que sueltan humo y contaminan el aire que necesitamos para vivir, donde los únicos pájaros que quedan son palomas y algún que otro gorrión.
Por las noches las estrellas son invisibles y la luz de la luna un mero destello entre las farolas.
En las calles solo se ven sombras que se desplazan de un lugar a otro con una destino fijado y unas horas marcadas.
Invadimos nuestras playas y otros recursos naturales de explotaciones tanto comerciales como de producción e industria.
Competimos por ser los mejores en todo, no aceptamos ser los segundos ni mucho menos los terceros. Otra ambición más, poseer más, trabajar más, vivir menos y menos libertad.
La ciudad es destrucción, captura, imposición, aislamiento, competición, sumisión, esclavitud, consumismo, necesidades...
¿Os imagináis poder ser capaces de hacer cualquier cosa? ¿De no depender de nada ni de nadie para ser uno mismo? ¿De saber desenvolverse en cualquier tipo de situaciones? Pues eso se hace fuera de la urbe.
Ver una montaña y pensar ¿Por qué no subirla? y ya en la cima gritar y jugar con el eco de la voz, disfrutar de la brisa y ver cómo los pájaros vuelan aún por encima de tu cabeza. Adentrarse en el bosque y observar el comportamiento de los animales, escuchar el fluir de las aguas de un río, disfrutar de la lluvia, de cómo cae empapándote el cuerpo y ese olor que que deja... Bañarse desnudo en un lago. Que no sea necesario nada más que la luz de la luna para ver en la oscuridad de la noche, Contemplar todas y cada una de las estrellas de la vía láctea...
Hay tantísimas cosas que nos perdemos por ser tan señoritos que se nos ha olvidado de dónde procedemos.
Maltratamos nuestros orígenes con nuestras impertinencias, niños mimados de la ciudad.
Podríamos ser un poco más libres, pero nadie está por la labor y como bien he dicho antes, quien entra en el círculo, no sale.
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